Creciendo en el conocer, pensar y hacer.
Se dice con frecuencia que la Iglesia Presbiteriana es un pueblo con “mentalidad teológica”. La reflexión teológica siempre ha sido una marca de la Iglesia Presbiteriana. El área de educación existe para proveer materiales para la formación del carácter del creyente, le da las herramientas para poder relacionarse con Dios y con el mundo.
El requisito básico e indispensable de que se trata la vida eterna, es conocer a Dios. Jesús resumió la vida eterna de esta manera en el tercer versículo del capitulo diecisiete del evangelio de San Juan. La teología es el estudio de Dios, y el conocimiento de Dios demanda un ejercicio de reflexión que es centrado en conocer quién es Dios, cómo puede conocerse y relacionarse con Él. Implica conocer que Dios ha hecho a favor de nosotros y qué espera de nosotros. El catecismo menor de la Confesión de Westminster lo expresa de esta manera: ¿Cuál es el fin principal del hombre? El fin principal del hombre es el de glorificar a Dios, y gozar de Él para siempre.
Esto significa que la educación del creyente es significativa para que él o ella puedan utilizar todo el potencial de lo que significa ser un hombre o mujer de Dios en el mundo.
La educación debe servir primero para conocer a Dios y a uno mismo. El medio por cual conocemos a Dios es en primer lugar Las Escrituras, que es Palabra de Dios de tapa a tapa. La segunda carta de Pablo a Timoteo, en el capítulo tres y versículo dieciséis dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra”.
La educación juega un papel importante en la formación y madurez del creyente. Esto significa que el permanente desarrollo del entendimiento del creyente es fundamental para alcanzar y ser preparado para servir a Dios en la iglesia y en el mundo. La educación juega una parte importante en el desarrollo y formación de las personas en la vida, y poder construir sus vidas.
Uno de los lemas de la Iglesia Presbiteriana es “Iglesia reformada, siempre reformada”. La madurez es un proceso de crecimiento y renovación. Y esta renovación se alcanza por medio de la transformación de nuestras mentes, con el fin de que podemos comprobar cuál es la voluntad de Dios. Esta es la manera en que el creyente vive una vida diferente y agradable a Dios sin conformarse a una forma de vida que excluye a Dios.
El apóstol Pablo nos dice que hay personas dentro de la iglesia que son constituidos maestros, a fines de capacitar los miembros de la iglesia para servir en diferentes ministerios. La capacitación no solo comprende la información y principios que se necesita para crecimiento personal, sino también capacitación en los métodos y formas de llevar acabo diferentes ministerios.
La educación es para todos en la iglesia e indispensable para que el creyente sepa cómo relacionarse con toda persona. El apóstol Pedro dice en su primera carta, en el tercer capítulo y versículo quince, que “Mas bien, honren en sus corazones a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes”.
Estamos constantemente desarrollando programas y recursos para cumplir estos propósitos de educar y formar líderes.