Un cristiano nunca deja de ser discípulo, porque siempre tiene algo nuevo que aprender de Jesús.
El apóstol Pablo compara la vida cristiana con una carrera, con una maratón. Para él, la meta, el premio final es “ser como Cristo”. Dice Pablo en la carta a los Romano 8:29: “Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo…”. Pablo agrega en la carta a los Efesios 4:13-14a: “Todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá...". En estos versículos se nos dice que el destino de todo cristiano, la meta de todo cristiano debe ser parecerse cada vez más a Cristo. Esta era la meta de Pablo, la razón de su vida… ser cada vez más parecido a Jesús.
¡Qué necesidad tenemos de este tipo de cristiano! Un cristiano que comienza a caminar con Jesús y cada día que pasa se parece un poquito mas a Él. En la forma de pensar, de ver, de oír, de ser, de hacer… ¡qué necesidad tenemos de este tipo de cristiano! Un cristiano estable, que no fluctúa, que no tiene doble ánimo como dice la carta de Santiago 1:8: “es indeciso e inconstante en todo lo que hace”.
De lo que Pablo habla es del crecimiento cristiano, de la “madurez espiritual”. Y, en síntesis, lo que quiere decirnos es que como nunca alcanzamos la madurez espiritual total, es decir solo vamos a lograrla en la eternidad, entonces nuestro entrenamiento no puede cesar nunca.
En la vida cristiana nunca llegamos a un punto en el cual decimos: "Bueno... ya está, ya llegue. Ya lo aprendí todo, no necesito saber nada más. De hecho la palabra “discípulo” en el original griego no significa experto, significa “aprendiz”. Y un cristiano nunca deja de ser discípulo porque siempre tiene algo nuevo que aprender de Jesús. El cristiano está en un proceso de aprendizaje que nunca termina. Tenemos el ejemplo del mismo apóstol Pablo. Él es, sin duda, el hombre que más influyó en la historia de la iglesia primitiva. Escribió más de la mitad del Nuevo Testamento y, sin embargo, dice en la carta a los Filipenses 3:12 “No es que ya lo haya conseguido, o que ya sea perfecto…”. Pablo dice, en términos de madurez cristiana, "me falta mucho todavía".
El primer síntoma de madurez cristiana es la humildad, y el segundo es el deseo de aprender. La madurez hace humilde a las personas, porque cuanto más uno crece más se da cuenta de todo lo que le falta crecer. Cuanto más uno se acerca a Jesús más diferencia de tamaño percibe entre uno y Jesús. Por ejemplo, a un jugador de la NBA a cien metros de distancia, lo veo más pequeñito que yo. Al lado mío, ¡allí sí que noto la diferencia! Por eso tenemos que entrenarnos permanentemente, porque nunca arribamos. Mientras más lejos vamos, tomamos conciencia de cuán lejos todavía podemos ir. El cristiano nunca siente orgullo por haber llegado.
Si ustedes quieren correr exitosamente la carrera de está vida, si quieren ganar la carrera, es importante seguir siempre conociendo más del Señor.
Tenemos diferentes actividades que apuntan especialmente a ello:
Tenga en cuenta que, el que va a correr una maratón no hace girar su entrenamieno alrededor de otras cosas que le gusta y disfruta, sino que hace girar lo que le gusta y disfruta a su entrenamiento, porque sabe que esta es la única manera de ganar la maratón.
Salir vencedor en una competición requiere de disciplina, de entrenamiento.
Un atleta tiene que entrenarse intensamente si quiere ganar una competición. Lo desafiante para nosotros es que el atleta se somete a la autodisciplina y al entrenamiento para ganar una corona de laurel, que quedara reducida a polvo en breve tiempo; ¡cuánto más deberíamos disciplinarnos como cristianos para ganar la corona de la vida eterna!