La historia
La cruz de San Andrés
Dos leyendas -de las muchas que hay- cuentan de que los huesos del apóstol Andrés fueron traídos a lo que hoy nosotros conocemos como San Andrés (Escocia) desde Acaya (Grecia). La tradición dice que fue allí donde Andrés murió crucificado en una cruz en forma de X. Ambas leyendas involucran a una figura religiosa interpretada por St. Rule, or St. Regulus, quien trajo los huesos del apóstol. Ambas leyendas tienen a St. Rule estableciéndose en un área sagrada, marcada alrededor con doce cruces y transformándose ese pedazo de tierra en el nuevo lugar de descanso para los huesos del apóstol. Mas allá de la verdad de estas leyendas o si Rule fue no más que un monje inventado, nunca lo sabremos. Lo que no hay duda es que la ciudad de San Andrés reclama que allí están depositados los huesos del apóstol; por lo tanto, fue la razón por la que el nombre de ese lugar es hoy San Andrés.
La zarza ardiente (The Burning Bush).
En 1691 se la encuentra impresa por primera vez en la primera página de las Actas de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia.
Este símbolo ha sido mundialmente aceptado, y ha aparecido en los documentos oficiales de la Iglesia de Escocia y de todas las iglesias que tienen su origen en ella... nosotros tenemos origen en ella.
La cartela: Nec Tamen Consumebatur.
La inscripción latina Nec Tamen Consumebatur, utilizada en Escocia, no está tomada de la Vulgata, sino de una traducción al latín por el holandés Du Jon (Junius) y Tremellius, el reformador italiano, en 1579.
El pasaje en el que se basa este símbolo está en en el Antiguo Testamento, en el libro Éxodo 3:2: “Estando allí, el ángel del Señor se le apareció entre las llamas de una zarza ardiente. Moisés notó que la zarza estaba envuelta en llamas, pero que no se consumía”.
Lo que Dios quiso decirle a Moisés, antes de que Moisés comenzará con su ministerio, es lo mismo que le quiso decir a los discípulos... es lo mismo que nos quiere decir a nosotros: " Mi gloria estará contigo y estará siempre, porque mi gloria, ¡nunca se consume!"
La zarza nos recuerda que:
La gloria de Dios que es Cristo, está entre nosotros, habita en nosotros, nunca se consume y es para darla a conocer a otros.
Finalmente
Cada uno de nosotros somos llamados a ser “zarzas ardientes”. Dios estuvo en la zarza, en el tabernáculo, en el templo, pero ahora a través del Espíritu Santo está en nosotros. Que Dios a través de su Espíritu arda en nosotros y ¡que la gloria de Jesucristo sea exaltada en nosotros y entre nosotros!